Sofía era una mujer de esas que siempre tienen algo importante que decir, o al menos así lo consideraba. Le gustaba pasar las tardes platicando con sus amigos, ya fuera en un café, en su casa o por teléfono, siempre hallaba el modo de entablar conversación con alguien más.
Una tarde cualquiera, mientras esperaba a una amiga con la que había quedado de verse para tomar un café, comenzó a sentir una ligera comezón en los codos. Convencida de que se trataba simplemente de resequedad en la piel debido a su olvido de ponerse crema, decidió no darle importancia. Su amiga Andrea llegó unos minutos más tarde de la hora acordada, pero esto no sorprendió a Sofía ya que sabía de sobra, que la puntualidad no era una de las virtudes que su amiga tenía.
Como de costumbre Sofía acaparó la conversación durante toda la tarde, le narró a Andrea todos los detalles de esa mañana en su visita al museo, mientras Andrea se volteaba ligeramente y se cubría la boca con discreción para que Sofía no se percatara de sus bostezos. Mientras Sofía hablaba. sentía que la comezón en los codos crecía de manera exponencial, a tal punto, que después de una hora la comezón comenzó a convertirse en un dolor muy agudo que no podía ignorar.
Cuando el dolor fue lo suficientemente fuerte, Sofía le comentó a Andrea sobre su malestar y le pidió que echara un vistazo a sus codos para ver qué era lo que ocurría. La cara que puso Andrea al ver los codos de su amiga le hizo saber a Sofía que algo grave estaba ocurriendo.
Andrea le dijo a Sofía que lo mejor era que se fuera a su casa a descansar, y por más que Sofía le pedía que le explicara qué era lo que pasaba con sus codos, Andrea no encontraba palabras para decirlo, y tras discutir un rato, decidieron que lo mejor sería que Sofía se fuera a su casa a dormir.
Para cuando Sofía llegó a su casa, el dolor ya era insoportable. Subió corriendo las escaleras de su pequeño departamento, la intriga que sentía por saber qué le estaba ocurriendo incrementaba a medida que se acercaba al baño de su habitación. Cuando finalmente pudo verse los codos, un grito de terror se escapó de su garganta. Era increíble, en cada uno de sus codos habían aparecido, sin explicación aparente unos labios.
Mientras Sofía observaba atónita la deformación que le estaba ocurriendo, sintió un dolor tan fuerte que le hizo perder el conocimiento por unos segundos. Cuando reaccionó nuevamente logró entender que la causa de su dolor era un pequeño diente que comenzaba a asomarse en su codo derecho. No lo podía creer. Comenzó a llorar aun que no sabía si era el dolor o el miedo lo que le provoca el llanto.
Pasó la noche entre sueños y llantos. No era simplemente la sorpresa de lo que ocurría lo que la mantenía despierta, sino que el dolo que le producían todos y cada uno de los dientes que salían de sus codos.
Logró dormirse después de varias horas de llorar desconsolada, sin embargo, a la mañana siguiente un ruido muy inusual la despertó, aun que el dolor es sus codos ya no era tan fuerte, aún sentía algo de malestar. Escuchó una especie de murmullo que venía debajo de sus sábanas, confundida se levantó de la cama y quitó la sabana para ver qué era lo que estaba pasando, sin embargo, para su sorpresa, el murmullo provenía de sus codos. Corrió al baño para ver que había pasado y se dio cuenta de que sus codos ya no eran codos, sino que eran bocas; bocas con dientes, labios, lengua y todo, y no sólo eso sino que además estaban empezando a hacer sus primeros intentos por formular palabras.
Saturday, October 21, 2006
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
2 comments:
Oye me agrado bastante el cuento!! Esta super surrealista.... sigue escribiendo.
bla, bla, bla.... creo que descubriste algo importante.
Post a Comment