Wednesday, November 08, 2006

25 de Diciembre en la noche; como todos los años la familia se reúne, ya sea en Cuernavaca o en Chiapas, tanto hijos, como abuelos y nietos se preparan para festejar la navidad.
Alrededor de las 7pm cada uno de los miembros de la familia empieza a lustrar sus zapatos y desempolvar los vestidos de gala. Como es de esperarse los primeros en bajar son mi abuelo y mi papa, que en menos de 15 minutos están listo sentados en la sala tomándose la primera cuba. Y mientas “beben y beben los peces en el río” , las mujeres de la familia comienzan a hacer acto de presencia empezando por Daniela que tarda más o menos lo mismo que los caballeros de la casa en terminar de arreglarse; en ese momento comienza la sesión de fotos, y mientras mi papá le insiste a Daniela que se ponga para la foto, el reto de las mujeres empezamos a desfilar por la sala. La última en salir es obviamente mi mamá que tarda alrededor de una hora y media en estar lista.
Una ves terminada la discutidera de las fotos, por que queda claro que después de la foto número 43 mis hermanas y yo ya estamos un poco hartas, eso sin mencionar que cual paparazzi mi mamá esta documentando todo con una cámara de video que es más vieja que Paola.
Ya que la familia está completa, mi abuelito, más que pronto saca las luces de bengala que adquirió esa misma mañana en cualquiera de los puntos de venta localizados en los diferentes semáforos de la ciudad. Todos salimos a quemar las luces de bengala, y aun que pareciera increíble nos seguimos maravillando y asombrando con las figuritas que podemos dibujar con las luces en el aire. Cuando finalmente hemos quemado todas y cada una de las luces procedemos a la repartición de regalos que es el motivo de este post.
Todo comienza cuando mi abuelito se personifica en su papel de Santa Calus, con un gorrito que tiene desde que tengo uso de razón, una ves disfrazado procede a numerar a quienes serán sus asistentes durante la repartición de regalos. “¡Ayudante número uno!”, en ese momento mi hermana mayor, a quien le corresponde ese titulo por ser la más grande de las tres, se levanta y se acerca a mi abuelito, quien a sabiendas de lo tramposas que podemos llegar a ser, le coloca una venda en los ojos para que de este modo no este viciada la selección de los regalos. Paola escoge a ojos cerrados uno de los múltiples regalos colocados bajo el árbol y se lo pasa a Santa Claus para que este pueda proceder a la formal entrega de dicho regalo.
Y así “ayudante número uno, ayudante número dos y ayudante número tres” desfilan frente al arbolito al sonido de los tradicionales coros familiares; “¡que se lo ponga, que se lo ponga!, ¡que nos invite que nos invite!” hasta que finalmente no quede ningún regalo bajo el árbol.