Thursday, October 26, 2006


Pues siguiendo la petición de mi hermana, aquí estan; las 50 cosas que no sabían de mi jaja. Algunas son un tanto penosas, pero pues qué más dá, si lo sabe Dios; que lo sepa el mundo jaja.

1. Lloré cuando vi la película de “click” (aun que aún no entiendo por qué?)
2. En su momento, llegué a ver “amor en custodia” y a ser fan de Barbie Vasterrica
3. Me encanta que los profesores me amen y que me feliciten jaja
4. Soy demasiado soñadora e idealista
5. Este número fue borrado debido a la polémica que despertó
6. No soporto a la gente con timbre de voz agudo
7. Amo la música, y me encanta clavarme en las armonías y ritmos que encuentro.
8. Mis mejores amigos son gay o lesbianas jaja
9. He tenido sueños sexosos con dos de mis profesores
10. Me encanta estar bailar
11. Me gusta ver películas de adolescentes cursis como “el diario de la princesa” con Pao
12. Me enamoro en tres segundo y desenamoro en dos jaja
13. Cuando bailo doy gracias
14. Amo a mis sisternas; “las charmincitas rules”
15. Cuando como, me gusta dejar lo que más me gusta hasta el final
16. Aun que lo niego, en el fondo de mi ser realmente creo que existe mi media naranja; alguien que esta destinado a estar conmigo
17. Lo que más me gusta es aprender
18. Mis amigos se burlan de mi por que dicen que los niños que me gustan, siempre terminan siendo gays
19. Soy una ñoña a la que le fascina leer; y eso incluye novelas románticas y cursilerías
20. Mi película favorita es “lo que el viento se llevó”
21. Me fascina el cine de arte, y los documentales bueno, ni se diga
22. Mi documental favorito es “Dark Days”
23. Mis hermanas me dicen charmincita por que muevo las pompas cuando camino
24. Me encanta poner mi despertador 10 minutos antes de la hora a la que me tengo que levantar para poder estirarme y retosar un ratito antes de bañarme
25. Me gusta bañarme escuchando a los Strokes y bailar en la regadera
26. Me caga la gente que no lee
27. Me encanta ponerme a filosofar de la vida cuando estoy peda
28. Amo a Franz Kafka
29. Sólo he amado 1 vez y creo que ya se me olvidó como se siente
30. Me da mucho miedo decepcionar a quienes creen en mi
31. Ayer casi me corren de la UDLA por andar de revoltosa por que corrieron a mi jefa de departamento.
32. No me gusta tomar cuando estoy deprimida
33. Me caga pasar desapercibida
34. Me gusta que me reten
35. Me chupo el dedo y además mientras lo hago me gusta meterme algún trapito al la nariz
36. Me encanta caminar sola y escuchar música
37. No creo que exista la libertad
38. La palabra más cagada que conozco es “corpiño” jajaja
39. Cuando estoy nerviosa hablo muchisimo
40. Amo despertar cada día
41. Me gusta cuestionar a las personas
42. Me encantaría tener una casa en coyoacán y vivir ahí
43. Me encanta escribir
44. Quiero ir a la India y a África
45. No creo que exista la gente mala por naturaleza
46. soy una persona muy sexual jaja
47. Me gusta llevar una lista detallada de los pendientes que tengo que hacer, y me hace realmente feliz tachar los que ya hice
48. Me caga que me dejen callada en una discusión
49. Me encantán las películas románticas hollywoodenses
50. Una vez me robé un brillito de labios en una tienda en San Diego

Saturday, October 21, 2006

Últimamente me he sentido algo triste, más bien nostálgica. El ir y venir de gente tan ajena a mi, el silencio sepulcral de mi recamara cada noche, pero sobre todo el frío que siento en las manos y en el alma cada paso que doy. Me consuelo pensando que es pasajero, que es parte de un proceso y que eventualmente se irá. Me causa conflicto pensar en el futuro, tan lejano y tan incierto que me parece inexistente, me pregunto a dónde me llevarán los pasos, y me da miedo pensar que tal vez no logre convertirme en esa persona que de niña aspiraba ser. No se, es todo tan irreal y subjetivo que a veces me parece que vivo en un sueño, en una especie de fantasía que mi cabeza crea por el miedo que siente a enfrentarse con la realidad. Camino por los pasillos de la universidad y se me enchina la piel escuchando el zumbido del viento a través de las hojas de los árboles, esos árboles que llevan quien sabe cuánto tiempo viendo a la gente sentarse a su sombra, que han escuchado tantas conversaciones que podrían escribir una antología de confesiones de estudiante. No se, hay tantas cosas que me apasionan que a veces creo que soy demasiado infantil, que no es normal que cosas tan sencillas y cotidianas me hagan sentir tanto. Lo más difícil de estos últimos meses es que mi miedo a perder la concienciase vuelve más constante que antes, el estar sola me hace dudar sí todo lo que pienso realmente sucede, o si es normal que lo piense así, y es que había estado acostumbrada a compartir ese tipo de sentimiento con alguien más, es como sí al ponerle nombre a un sentimiento lo volvieses real, como si así lo aterrizaras al plano de lo tangible. Supongo que todo se reduce a la costumbre, asumo que eventualmente dejaré de sentirme así, mientras tanto paso los días pensando y sintiendo cosas que sólo cobran sentido en el plano de mi imaginación.
Sofía era una mujer de esas que siempre tienen algo importante que decir, o al menos así lo consideraba. Le gustaba pasar las tardes platicando con sus amigos, ya fuera en un café, en su casa o por teléfono, siempre hallaba el modo de entablar conversación con alguien más.
Una tarde cualquiera, mientras esperaba a una amiga con la que había quedado de verse para tomar un café, comenzó a sentir una ligera comezón en los codos. Convencida de que se trataba simplemente de resequedad en la piel debido a su olvido de ponerse crema, decidió no darle importancia. Su amiga Andrea llegó unos minutos más tarde de la hora acordada, pero esto no sorprendió a Sofía ya que sabía de sobra, que la puntualidad no era una de las virtudes que su amiga tenía.
Como de costumbre Sofía acaparó la conversación durante toda la tarde, le narró a Andrea todos los detalles de esa mañana en su visita al museo, mientras Andrea se volteaba ligeramente y se cubría la boca con discreción para que Sofía no se percatara de sus bostezos. Mientras Sofía hablaba. sentía que la comezón en los codos crecía de manera exponencial, a tal punto, que después de una hora la comezón comenzó a convertirse en un dolor muy agudo que no podía ignorar.
Cuando el dolor fue lo suficientemente fuerte, Sofía le comentó a Andrea sobre su malestar y le pidió que echara un vistazo a sus codos para ver qué era lo que ocurría. La cara que puso Andrea al ver los codos de su amiga le hizo saber a Sofía que algo grave estaba ocurriendo.
Andrea le dijo a Sofía que lo mejor era que se fuera a su casa a descansar, y por más que Sofía le pedía que le explicara qué era lo que pasaba con sus codos, Andrea no encontraba palabras para decirlo, y tras discutir un rato, decidieron que lo mejor sería que Sofía se fuera a su casa a dormir.
Para cuando Sofía llegó a su casa, el dolor ya era insoportable. Subió corriendo las escaleras de su pequeño departamento, la intriga que sentía por saber qué le estaba ocurriendo incrementaba a medida que se acercaba al baño de su habitación. Cuando finalmente pudo verse los codos, un grito de terror se escapó de su garganta. Era increíble, en cada uno de sus codos habían aparecido, sin explicación aparente unos labios.
Mientras Sofía observaba atónita la deformación que le estaba ocurriendo, sintió un dolor tan fuerte que le hizo perder el conocimiento por unos segundos. Cuando reaccionó nuevamente logró entender que la causa de su dolor era un pequeño diente que comenzaba a asomarse en su codo derecho. No lo podía creer. Comenzó a llorar aun que no sabía si era el dolor o el miedo lo que le provoca el llanto.
Pasó la noche entre sueños y llantos. No era simplemente la sorpresa de lo que ocurría lo que la mantenía despierta, sino que el dolo que le producían todos y cada uno de los dientes que salían de sus codos.
Logró dormirse después de varias horas de llorar desconsolada, sin embargo, a la mañana siguiente un ruido muy inusual la despertó, aun que el dolor es sus codos ya no era tan fuerte, aún sentía algo de malestar. Escuchó una especie de murmullo que venía debajo de sus sábanas, confundida se levantó de la cama y quitó la sabana para ver qué era lo que estaba pasando, sin embargo, para su sorpresa, el murmullo provenía de sus codos. Corrió al baño para ver que había pasado y se dio cuenta de que sus codos ya no eran codos, sino que eran bocas; bocas con dientes, labios, lengua y todo, y no sólo eso sino que además estaban empezando a hacer sus primeros intentos por formular palabras.

Friday, October 20, 2006

DE VUELTA A MEZTITLA

Todo comenzó la noche del viernes, cuando de la nada llegó a mi cabeza la idea de visitar “meztitla”, que es un lugar de campamento para Scouts que está ubicado a las afueras de Tepoztlan, Morelos, donde años atrás, en mi época de scout había acampado un sin número de veces.

Sábado en la mañana. Me levanto, tomo una pequeña mochila en la que guardo lo estrictamente necesario; una pluma, un cuaderno y mi teléfono celular, por eso de estar siempre comunicado. Llegué al centro de Cuernavaca y fácilmente recordé el lugar donde debía tomar el camión que me llevara a Tepoztlan, pero no fue hasta que mis pies tocaron suelo tepozteco que hice conciencia de los muchos años que habían pasado desde la última vez que estuve en Meztitla. En ese mismo momento fue que la realidad me saco de esa pequeña película en la que me encontraba, me di cuenta de que no recordaba el camino que lleva a Meztitla, hacía más de tres años que no lo caminaba y por si fuera poco; nunca antes lo había caminado sola, mucho menos sin llevar puesto el uniforme scout, que hasta cierto punto sirve como escudo defensor ante los piropos callejeros de los que suelen ser victimas las mujeres que andan solas por la calle.

Ya estaba bastante lejos como para regresar, así que como buena scout, decidí seguir adelante, además se dice que lo que bien se aprende, jamás se olvida, y yo debo haber recorrido ese camino un millar de veces, así que pensé que no sería tan difícil.

Comencé a recorrer las calles de Tepoztlan; el ir y venir de la gente, los colores de los puestos ambulantes, el barullo de la gente que platica y ríe; todo parecía una fiesta perfectamente bien planeada, en donde cada invitado ocupa su lugar y disfruta del ambiente ligero y sin prisa que se respira.

Poco a poco mis pasos me fueron alejando del festejo para llevarme a callejones cada vez más vacíos y silenciosos. A cada paso que daba, los latidos de mi corazón se aceleraban; no reconocía nada de lo que veía, todas las calles parecían iguales y yo más bien caminaba por inercia. No dejaba de pensar que estaba sola, en medio de la nada y muy probablemente perdida. En medio de la angustia se me ocurre una brillante idea, ¿por qué no hablarle a mi hermana para que me diga cuál es el camino que hay que seguir?, pero ¡oh sorpresa!, descubro que; “no todo México es territorio telcel” así que no puedo hablarle a nadie.

Seguí caminando, y cuando creí que el corazón se me saldría del pecho; lo ví; el marco de metal verde de la gran puerta de entrada me daba la bienvenida. Estaba igual a cómo yo lo recordaba, era como si hubiese aguantado el paso de los años esperando mi regreso. De pronto las voces en mi cabeza se callaron para dar paso al canto de los pájaros, el susurro del viento que se cuela entre las hojas de los árboles y las risas de niños que corren y juegan como lo hacía yo años atrás.

Respire hondo, fácilmente reconocí el olor a tierra mojada, fogata y comida enlatada que me acompaño durante toda mi infancia. Miré alrededor y vi a los niños jugando mientras sus dirigentes cocinaban, las tiendas de campaña, los caballos y no pude evitar sentir nostalgia, sentir pertenencia. También descubrí que no era tan grande como yo lo recordaba a pesar de que no era una niña pequeña la última vez que estuve ahí, creo que mis recuerdos de ese lugar siempre habían sido filtrados a través de los ojos inocentes de quien lo vio por primera vez.

Existen par todos esos lugares que nos llevan de vuelta al pasado, que nos recuerdan los tiempos de antaño en los que una fogata y una historia de terror eran suficiente para pasar la mejor noche de tu vida. Para mi, volver a ese lugar donde pase tantos fines de semana de campamento, donde conocí amigos que hasta la fecha conservo, donde aprendí que no se requiere más para ser feliz, fue como dar vuelta atrás al libro de mi vida y releer aquellos capítulos que había olvidado.