Tuesday, December 12, 2006

Y VIVIERON FELICES Y COMIERON PERDICES…


¿Quién imaginó que un niño de 5 años entendería el concepto de perdiz?, o mejor aún ¿quién creyó que los pequeños asociarían ese concepto con algo satisfactorio? No sería más claro decir “y vivieron felices y se atascaron de dulces”, en ese caso no importaría que a Blanca Nieves le diera un coma diabético después, porque a los niños les quedaría muy claro que el cuento tuvo un final feliz.
Ese es el problema de los cuentos de hadas, y es que eso de “vivieron felices” también es muy ambiguo. Nunca nos contaron qué fue lo que paso cuando el Príncipe Felipe descubrió que la Bella Durmiente roncaba como león, o qué ocurrió cuando la Bella y la Bestia descubrieron que no podían tener hijos por culpa de los efectos secundarios que dejó el maleficio sobre la Bestia. Y mientras tanto, miles de mujeres en el mundo seguimos esperando que aparezca nuestro Príncipe Azul, montado en su blanco corcel, y nos rescate de las garras de la cotidianeidad.
El asunto es que entre Disney y Hollywood, nos han convencido de que los romances telenoveleros ¡pueden suceder!, que en cualquier momento podría llegar Richard Gere para invitarnos a pasar un otoño el Nueva York, si no es que antes Jerry Maguire aparece en la sala de nuestras casas para decirnos “you complete me”. La cuestión es que mientras nosotras nos sentamos a esperar que suceda, los príncipes de carne y hueso nos decepcionan una y otra vez, y por increíble que parezca, entre más nos decepcionamos de ellos, más nos convencemos de la existencia de los príncipes de fantasía, que en cualquier momento podrían aparecer.
Niñas, les tengo una noticia; ¡ustedes tampoco son princesas! Y les pueden salir raíces esperando la llegada de su príncipe encantado. Y no lo digo con el afán de ofender a nadie, el no ser personajes de un cuento de hadas es lo que vuelve mágico todo ese asunto del amor, si no todo sería muy fácil. El aprender a lidiar con las diferencias, los suegros, la rutina y todas esas nimiedades que llenan nuestra pequeña existencia es lo que le da valor. Porque no concibo algo más mágico que dos personas conviviendo y aprendiendo a vivir con el otro sin querer darle un golpe o arrancarle la cabeza.

Monday, December 11, 2006

SURREAL LIFE


Con motivo de las fechas navideñas, un grupo de amigos, con los que iniciamos relación durante el primer semestre de universidad, decidimos reunirnos para festejar nuestra última navidad en Puebla.
Lo chistoso del evento no fue que algo extraordinario sucediera, sino los personajes que estabamos presentes, lo que me llevó a preguntarme ¿en qué contexto, el destino había unido a tan diferentes personalidades?
Encabezando la fila estaba “Champi” o mejor dicho “Champi-mosh”; él es la clase de persona que dedica su tiempo libre a organizar manifestaciones en pro- de la justicia social. Por lo regular se le ve caminando por los pasillos de sociales con sus tradicionales pantalones de manta, su morral y una playera con alguna leyenda peculiar.
Sentado a su lado estaba “Rafa de Borbón” a quien le gusta auto denominarse “El duque de Tepoztlan”. Rafa es el típico niño que no sale de casa sin haberse peinado antes y sin haber combinado los zapatos con el cinturón. En su guardarropa no entra nada si no es Armani, GAP, Abercrombie o alguna marca similar. No le gusta profundizar mucho en ningún tema, y si tú lo haces inmediatamente te pide que “por favor dejes de intensear”. Considera malacopas a las personas que no disfrutan de la vida.
Prestando poca atención a la conversación estaba “Loops” a quien esa noche bautice como “La matrix”, a lupita la vida le corre, ella no tiene preocupaciones, y por lo regula está conectada en un mundo en el que nadie de los que la rodeamos participa. Es como la versión universitaria de “Dory” la pecesita que ayuda a buscar a Nemo; todo se le olvida. Por ejemplo, la cena se iba a realizar en su casa pero tuvimos que cambiarla de locación por que a Loops se le olvidó que era en su casa.
Junto a Lupita estaba Leilani; ella estudia danza y como diría Rafa “a Lei le gusta la cochinada”, y no es que le guste la cochinada, lo que sucede es que no tiene pudor y no le incomoda contarnos con lujo de detalle sus experiencias con el galán que esté en turno. Con ella es imposible aburrirte, siempre saca alguna anécdota chusca con la que nos hace reír, y si la historia no nos resulta lo suficientemente chistosa, su risa de marranito definitivamente lo es.
También nos acompañaron Gerardo y Sandra, quienes dentro de este contexto, son los más normales: El “loco” (Gerardo), que aún no comprendo cómo fue que se ganó ese apodo siendo que es el más cuerdo de todos, es un chico Veracruzano con una mentalidad un tanto conservadora, por lo regular es al único que se le suben los colores a la cabeza cuando Lei nos comparte sus experiencias. Sandra por otro lado, sólo se ríe de las tonterías que decimos y de cuando en cuando, comparte alguna experiencia que a todos nos deja atónitos.
Para finalizar con el cuadro estoy yo, y conmigo empezó eso de “le gusta la cochinada”, cuando Rafa me adjudicó el título. Yo soy la clase de persona a la que le gusta ir dejando reflexiones escritas cuando algo le molesta. La semana pasada descubrí que la engrapadora de la sala de cómputo no tenía grapas y para que negarlo, me encabroné, así que decidí dejar una de mis reflexiones. Más tarde Champi me contó que le hizo mucha gracia descubrir que alguien había dejado un papelito en la engrapadora y cuando le confesé que había sido yo, le hizo aún más gracia.
Ellos son mis amigos, y hasta la fecha me pregunto cómo fue que nos empezamos a llevar, verlos a todos juntos es como ver un capítulo de “la vida surrelista”.