QUÉ BONITA ES MI CIUDAD
Cada cabeza es un mundo –o al menos eso dicen- pero encuentro difícil que el mundo quepa en una cabeza, al menos no en la mía. A veces son tantas las ideas que me andan rondando que siento que no caben en mi cabeza. Hoy por ejemplo; mientras escuchaba a mi amigo Pedro Ferriz de Con, platicarme de los problemas internos a los que se enfrenta el PRD, me puse a pensar. No es difícil que esto suceda cuando mi interés en Política estos días es nulo, y los asuntos del peje me han tenido muy sin cuidado ha últimas fechas. El asunto era que ahí estaba yo, parada en el tráfico de las 8:30 en Paseo de la Reforma – que por cierto es una ruta muy bonita en cuanto a estética se refiere- un poco estresada por la idea de que no llegaría a tiempo a la oficina. Y recordaba la conversación que había tenido con mis amigos Rafa y Tania la semana pasada; Rafa decía que al menos aquí en México los horarios laborales de las personas eran muy variados, en cambio, en EU por ejemplo, todos salen a la misma hora, y en su opinión esto es horrible, pues todos los coches salen al mismo tiempo y se crea un tráfico espantoso. Ante estas afirmaciones de mi amigo, Tania atinadamente respondió “claro, eso es lo que es padrísimo del DF, que como cada quien sale a diferentes horas hay tráfico todo el día”. Y así fue como mi mente empezó a divagar en el asunto ese tan sonado del tráfico en nuestra ciudad capital. Uno pensaría que todas esas personas deben dirigirse a un lugar increíble, pues están dispuestas a pasar hasta 2 horas o más paradas en su coche con tal de llegar a este lugar de ensueño; la triste realidad es que la gran mayoría no se dirigen a ningún lugar increíble, todos van a sus respectivas oficinas. Podríamos pensar que entonces, seguramente disfrutan mucho su trabajo y es por eso que el sacrificio que el tráfico representa vale la pena, pero seamos realistas, la gran mayoría de estas personas no disfrutan su trabajo, solo lo hacen, así como una rutina de la cual no pueden escapar. Entonces, la actitud de la gente que espera no es la misma que la de las personas que esperan en un cola en Disneylandia, donde todos están felices, disfrutando del maravilloso mundo de Disney.Yo pensaba en el asunto ese de “amar al prójimo como a ti mismo”, parada entre los coches esto parecía más que un mandamiento, una misión imposible. Cómo hacerlo cuando el prójimo conduce un microbús y decide que es momento prudente de cambiarse de carril justo cuando tú ibas a avanzar. Entonces, comienza el duelo de titanes, ahí estas tú, con tu arma que por asares de la vida resultó ser un chevy medio destartalado al cual le has tomado cariño, y te sientes en posición desventajosa cuando el arma del otro es un microbús que a ti te parece gigante. Pero en ese momento no te importa, además si los 300 lograron vencer al ejercito Persa a pesar de ser menos, ¿por qué el chevy no puede vencer al microbús?Para cuando termina la ordalía te das cuenta de que eso de que el débil puede vencer al fuerte, solo ocurre en las películas hollywoodenses . Te resignas ante la derrota, no sin antes olvidarte del asunto de la contaminación auditiva –de la cual expusiste el tema en secundaria profundizando en la consecuencias tan graves que puede acarrear ala sociedad- y tocar el claxon repetidas ocasiones
Tuesday, July 15, 2008
OTRO MIÉRCOLES MAS
Ya lo volvimos tradición, todos los miércoles Pao y yo tenemos que llegar tarde a nuestras respectivas oficinas. Y ya es de risa, cada miércoles salimos un poco más temprano con el afán de llegar temprano, pero al parecer entre más temprano salimos más tarde llegamos. Ayer en la noche Pao me dijo “ahora sí hermana, salimos de la casa a las 7:30 para ya no llegar tarde”, a mi me pareció una excelente idea, ahora sí lo lograríamos, no había forma en que, saliendo a esa hora, pudiésemos llegar tarde al trabajo, pero parece ser que somos una burla del destino.Agotando todos los recursos en nuestra búsqueda de la puntualidad, decidimos probar una nueva ruta, en esta ocasión decidimos irnos por las águilas. Si nuestros cálculos no fallaban, a pesar del tráfico tan espantoso que se genera en esta ruta, lograríamos llegar a tiempo. Todo iba muy bien, y muy lento claro está, a vuelta de rueda por una avenida atascada de coches, pero con la certeza de haber salido a la hora indicada para que este factor no afectara nuestros propósitos. Ya casi lo lográbamos, estábamos en el embudo que se hace a la entrada de Santa fe - ya que cabe señalar, en este punto cuatro carriles se convierten en uno- cuando de pronto, con cara de terror, Pao se voltea y me dice: “el coche no sube”. Yo en ese momento contuve la respiración y pensaba; “cómo que no sube, los coches están hechos para subir, ¡oblígalo a que suba!” Tras el segundo intento de hacerlo caminar, vimos que era mejor apagarlo, era una realidad que el coche no iba a subir y que si lo seguíamos forzando algo más grave podría pasar. Y ahí nos quedamos, con cara de “y ahora qué hacemos”, viendo a los coches pasar tocándonos el claxon y haciéndanos gestos, sintiéndonos indefensas y con ganas de sacar un letrero que dijera; “Se me descompuso el coche, estoy aterrada y no se qué hacer, ¡por favor no me veas feo!”No pasaron más de tres minutos cuando por gracia divina, el coche de atrás también se descompuso, y se echó de reversa para ponerse en un lugar menos estorboso. Así que siguiendo sus pasos, nos movimos de lugar. Ya estacionadas en una zona un poco más segura –y digo un poco por que hay que aclarar que estábamos paradas en sentido contrario- Pao le marcó a Mau para contarle nuestra tragedia. Cuando empezó a hablar con él casi llora, era como si estuviera desahogando con el todo el miedo que sentía en ese momento, pero claro está, Mau no podía hacer nada por nosotras, a lo mucho nos enviaría una grúa que nos ayudara a mover el coche de ahí. Y en este punto me puse a pensar; ¿qué era lo que Pao estaba esperando de Mau en el momento de marcarle?, en realidad, ni Mau ni nadie podía hacer mucho por nosotras; en ese momento éramos nosotras contra el mundo. Cuando colgó, yo –mostrándome lo más cool posible dadas las circunstancias- le dije que por qué no esperábamos un poco y volvíamos a intentar que el coche avanzara, a Pao no le pareció tan descabellado así que ahí nos quedamos, esperando a que a nuestro coche se le diera la gana avanzar. Y mientras esperábamos yo pensaba, qué rápido se pueden invertir los papeles, uno cree que somos nosotros los que manejamos el coche, pero créanme en ese momento, el coche era el que nos manejaba nosotras. Sentadita ahí, yo deseaba que apareciera Harry Potter y a la voz de “Arreglarum rapidorum” solucionara el problema, o de perdida que se parara una patrulla a preguntarnos “señoritas, está todo bien” para poder arrancarme en llanto y contarle mi desgracia. Pero ni lo uno ni lo otro sucedió, y después de un rato de espera, logramos hacer que el coche avanzara y nos llevara a nuestra meta final, para de este modo lograr que nuestra tradición de llegar tarde todos los miércoles no se rompiera.
Ya lo volvimos tradición, todos los miércoles Pao y yo tenemos que llegar tarde a nuestras respectivas oficinas. Y ya es de risa, cada miércoles salimos un poco más temprano con el afán de llegar temprano, pero al parecer entre más temprano salimos más tarde llegamos. Ayer en la noche Pao me dijo “ahora sí hermana, salimos de la casa a las 7:30 para ya no llegar tarde”, a mi me pareció una excelente idea, ahora sí lo lograríamos, no había forma en que, saliendo a esa hora, pudiésemos llegar tarde al trabajo, pero parece ser que somos una burla del destino.Agotando todos los recursos en nuestra búsqueda de la puntualidad, decidimos probar una nueva ruta, en esta ocasión decidimos irnos por las águilas. Si nuestros cálculos no fallaban, a pesar del tráfico tan espantoso que se genera en esta ruta, lograríamos llegar a tiempo. Todo iba muy bien, y muy lento claro está, a vuelta de rueda por una avenida atascada de coches, pero con la certeza de haber salido a la hora indicada para que este factor no afectara nuestros propósitos. Ya casi lo lográbamos, estábamos en el embudo que se hace a la entrada de Santa fe - ya que cabe señalar, en este punto cuatro carriles se convierten en uno- cuando de pronto, con cara de terror, Pao se voltea y me dice: “el coche no sube”. Yo en ese momento contuve la respiración y pensaba; “cómo que no sube, los coches están hechos para subir, ¡oblígalo a que suba!” Tras el segundo intento de hacerlo caminar, vimos que era mejor apagarlo, era una realidad que el coche no iba a subir y que si lo seguíamos forzando algo más grave podría pasar. Y ahí nos quedamos, con cara de “y ahora qué hacemos”, viendo a los coches pasar tocándonos el claxon y haciéndanos gestos, sintiéndonos indefensas y con ganas de sacar un letrero que dijera; “Se me descompuso el coche, estoy aterrada y no se qué hacer, ¡por favor no me veas feo!”No pasaron más de tres minutos cuando por gracia divina, el coche de atrás también se descompuso, y se echó de reversa para ponerse en un lugar menos estorboso. Así que siguiendo sus pasos, nos movimos de lugar. Ya estacionadas en una zona un poco más segura –y digo un poco por que hay que aclarar que estábamos paradas en sentido contrario- Pao le marcó a Mau para contarle nuestra tragedia. Cuando empezó a hablar con él casi llora, era como si estuviera desahogando con el todo el miedo que sentía en ese momento, pero claro está, Mau no podía hacer nada por nosotras, a lo mucho nos enviaría una grúa que nos ayudara a mover el coche de ahí. Y en este punto me puse a pensar; ¿qué era lo que Pao estaba esperando de Mau en el momento de marcarle?, en realidad, ni Mau ni nadie podía hacer mucho por nosotras; en ese momento éramos nosotras contra el mundo. Cuando colgó, yo –mostrándome lo más cool posible dadas las circunstancias- le dije que por qué no esperábamos un poco y volvíamos a intentar que el coche avanzara, a Pao no le pareció tan descabellado así que ahí nos quedamos, esperando a que a nuestro coche se le diera la gana avanzar. Y mientras esperábamos yo pensaba, qué rápido se pueden invertir los papeles, uno cree que somos nosotros los que manejamos el coche, pero créanme en ese momento, el coche era el que nos manejaba nosotras. Sentadita ahí, yo deseaba que apareciera Harry Potter y a la voz de “Arreglarum rapidorum” solucionara el problema, o de perdida que se parara una patrulla a preguntarnos “señoritas, está todo bien” para poder arrancarme en llanto y contarle mi desgracia. Pero ni lo uno ni lo otro sucedió, y después de un rato de espera, logramos hacer que el coche avanzara y nos llevara a nuestra meta final, para de este modo lograr que nuestra tradición de llegar tarde todos los miércoles no se rompiera.
Subscribe to:
Posts (Atom)