Estoy muy, ¡pero muy encabronada!. Acabo de echar a perder 12 pares de calcetines, 5 blusas (incluyendo una que me regalaron en navidad y que me encantaba), y no se cuantos calzones. No lo comprendo, mi mamá me ha explicado la rutina de lavado de ropa tantas veces, que probablemente si fuera una profesión yo tendría un grado de maestría o quizá hasta el doctorado. Pero no importa, aún así parece ser que no lo logro.
Me encabrona, seguí los pasos adecuadamente, separé la ropa, y exclusivamente metí a la lavadora la ropa BLANCA!!!. Pero ¡NO!, a huevo se tenía que llenar toda de unas manchas entre negras y grises que no se de dónde carajo salieron. No lo comprendo, respiré bien al momento de nacer, y hasta donde yo se, no tengo ninguna clase de retraso mental. Quizá soy sólo una pendeja sin habilidades domésticas que nunca en su vida logrará terminar el proceso de lavado exitosamente.

Y que te enamoras

Qué tal que un día te despiertas convencida de que a ti, eso del amor, no te funciona. Te consideras una mujer muy ocupada y con poco tiempo para invertir en una relación, vas por la vida proclamando a los cuatro vientos que tú tienes cuatro millones de prioridades antes que una pareja. Y de pronto, cuando menos los esperas, ZAZ! te muerdes la lengua.
Te descubres a ti misma caminando por la vida con la sonrisa de idiota que tanto criticaste en las parejas enamoradas, esperando como quinceañera a que suene tu celular y tu galán se reporte. De repente revive la niña cursi que vive en ti y no te queda más que dejarla salir.
Finalmente me da gusto descubrir que aún tengo la capacidad de alojar mariposas en el estomago.